Dan Caragea, Crítico de arte, MARCA ARTE ESPAÑA

 

Hay una evidente concordancia entre el hiperrealismo actual, como orientación artística, y el arte digital, como modelación técnica. La solución digital me parece aún más sutil cuando el artista tiene una larga formación y experiencia arquitectural. Es el caso de Juan Aguirre, un elocuente ejemplo del hiperrealismo computacional.

Diría que la concepción del espacio es uno de los aspectos más interesantes de su universo artístico. Usando la técnica de la «mise en abyme», donde el interior se prolonga al infinito. El espacio especular se presenta como una enorme galería (en varios cuadros, desde Café al caer de la tarde, 2012, hasta El cambio de luces, 2018) o como paisajes urbanos. El cuadro más explícito para esta técnica es La inquietante cámara invisible, 2018.

Para reflexiones especulares, debemos invocar el vidrio (su material predilecto) y las superficies que pueden funcionar como espejo. El vidrio es igualmente presente en vitrinas y objetos cotidianos como botellas, vasos etc. Su translucidez fascina al artista que imagina no solamente enormes salas, sino también grandes esculturas transparentes en espacios decorativos abiertos.

La cromática parece ser, en su opción más profunda, una lección del abstraccionismo de Piet Mondrian. El artista usa tres primarios: azul, rojo, amarillo, y dos no-colores: blanco y negro. Mondrian está presente con dos cuadros (falsos, naturalmente) en la famosa galería de Juan Aguirre (Reflejos pastel con dama, 2018), pero también en Sinestesia, 2016, y, más discretamente, en Bufet, 2012, por ejemplo. Me gustaría dejar también una nota sobre la cromática secundaria cuya inspiración viene del cubo de Rubik (donde aparecen el naranja y el verde), que se ha impuesto como símbolo en el hiperrealismo actual, pues permite la intersección de los cuadrados de colores «artificiales», con el aleatorio posicional.

Hay objetos más antiguos, algunos presentes en cuadros cubistas o en los del Pop art (periódicos, cigarros, tazas de café, teléfonos), y objetos de diseño moderno (lápices, ladrillos de lego, sillas etc.) presentes en interiores domésticos. En la calle, entre los más presentes son las bicicletas, así como también, vehículos cotidianos. Más débiles al inicio y menos significativos, las bicicletas de Juan Aguirre se personalizan a partir de 2015, cuando su cromatismo adopta los colores elementales y cuando las secuencias de las ruedas y cadenas empiezan a despertar la fascinación por la prolijidad de líneas rectas y curvas intrincadas (Círculos viciosos y otros siguientes).

Existe en todos los cuadros una fuerte coherencia formal, material y cromática. Quedémonos un rato sobre Los lápices de Fukushima, 2013. Hay varios referentes para este cuadro: el espejo, las simetrías, el efecto casi fluorescente de las puntas, el juego Mikado («palitos chinos»), el accidente nuclear, rectas y círculos.

Juan Aguirre es muy meticuloso como todos los hiperrealistas que, paradojamente, esconden una buena parte del significado de sus obras que, de otra forma, parecen ser «evidentes» a los ojos del gran público.

Dan Caragea, Crítico de arte

 

David Rubio

 

Al arte digital todavía le queda camino por recorrer para ser reconocido por toda la comunidad artística primero, y por la ciudadanía después (¿o el orden es a la inversa?). El hecho de que el artista digital no sostenga un pincel en la mano todavía despierta sospechas y recelos. «Eso no es arte», dicen algunos. El conservadurismo siempre ha está asociado a la recepción de la obra artística. Mal que nos pese, seguimos con la mente en el siglo XVIII bajo la dictadura de las Bellas Artes.

De cualquier forma, a Juan Aguirre VilaCoro no parecen importarle demasiado estas cosas. Su objetivo es «vivir alejado del mundanal ruido» lo cual no nos extraña nada, teniendo en cuenta que el ruido es ensordecedor en los tiempos que corren, y no nos referimos solo al ruido como sonido molesto…

Juan Aguirre VilaCoro ha encontrado un medio adecuado para dar forma a sus creaciones y no parece muy preocupado en si la herramienta elegida (software informático que genera gráficos en 3D y que luego se pueden pasar a un soporte físico como el tradicional lienzo sobre bastidor) está considerada como ‘suficientemente artística’ por el público. 

El arte del mañana, hoy A lo largo de la historia hemos asistido a demasiadas discusiones bizantinas sobre la categoría de arte, demasiados salones de los rechazados, demasiado arte degenerado. Y hoy, muchos de esos degenerados fascinan a millones de personas en los museos del mundo. Pero no aprendemos la lección de la historia. Aprender del pasado nunca ha sido una prioridad para el ser humano. Es más seductor anticipar el futuro.

Cualquier obra ideada y ejecutada con intención artística debería ser considerada arte. Eso sí, el hecho de que sea una obra de arte, no quiere decir automáticamente que sea buena. El juicio estético entra dentro de la categoría de lo subjetivo. Pero el arte no: es, o no es.  (David Rubio, Agosto 2.016)